martes, 4 de marzo de 2014

EL VIAJERO APLASTADO

Un antropólogo en el metropolitano [1]















Un agradecimiento especial a Fanny por haber corregido el texto que van a leer

Etnografía: Los Viajes en el Metropolitano
26 de febrero 2014
La ruta empieza tomando el “bus alimentador del Metropolitano”, al hacer la cola para subir al alimentador y dirigirme a la Estación principal del Naranjal sucede que, a veces, hay personas paradas cerca, que no llegan a abordar, uno se encuentra esperando y ellos no caen en cuenta de estar ocupando la fila del metro; Sin embargo, puede ser que esta sea mi percepción, tal vez yo los haya “puesto” en la fila solo porque me parecía… Esto nos sirve para reconocer percepciones del Ego (yo) y del Otro. 



Hoy solo vi a una persona esperar el bus alimentador, al acercarme procuré mantener una distancia social entre ambos; pues la persona podría sentirse vulnerada o agredida; aquella persona volteó a verme al darse cuenta de que había llegado a la fila, mientras, a lo lejos, se podía ver venir al bus. .

Algunos buses se acercan a una velocidad peligrosa, acelerando y frenando innecesariamente, haciendo “chillar” los frenos y sacudiendo fuertemente a las personas en el interior. Supongo que esto se debe a que ellos salen tarde, a veces salen buses juntos, en una oportunidad pude ver hasta tres buses en simultáneo.

Ya en el bus, y luego de pasar la tarjeta para pagar el pasaje, miro a los lados, tratando de elegir un sitio, pero esto es solo una rutina, porque al final ya estoy orientado a sentarme en el sitio de siempre o por lo menos cerca; últimamente estoy limpiando el asiento del bus, ya que cuando pasas la mano solo encuentras polvo. La poca gente que viaja en ese momento me observa, me doy cuenta de ello, pero no me intimida, es mi derecho viajar en un asiento limpio, y no limpiarlo con el pantalón ni con la camisa. Creo que las personas que me observan piensan “¡oh Dios! ¡mi asiento está sucio! ”, o simplemente les es indiferente, o en otro caso podrían pensar: “que éticoso este muchacho, maricón debe ser”.

Si te sientas para el lado del pasillo, te pedirán entrar al asiento vacío que dejaste, algunas veces lo hacen diciendo “por favor”, otras diciendo “¿puedo pasar?”, y otras sin decir nada. Creo que los peruanos limeños somos especialistas en el lenguaje no verbal, me he percatado que hablarle a una persona desconocida para que haga algo se toma, en muchos casos, como un insulto u ofensa, puede ser exagerada mi interpretación, pero pareciera que estamos muy sensibles al tono de voz. Viajando en un bus “X”, un señor, que se encontraba al lado de la ventana, me pidió darle el pase para salir, de la siguiente manera: con su rodilla tocaba mi rodilla a intervalos de un segundo por tres veces, sucede que en ese momento me encontraba dormido (o en alguna fase del sueño) y este señor ponía la cara de indignado como diciendo “ya joven, apúrese, quiero salir”. Otro día, volviendo a casa luego de una reunión con mi amigos, dos chicas hablaban planeando asistir a una fiesta en el Callao, en una de ellas observé algo raro en su conducta con un pasajero….parecía que le estaba tocando los bolsillos. Ya en la Estación "UNI", bajamos varias personas del bus del Metropolitano para que la gente pudiera salir, mientras ingresábamos nuevamente al interior del bus, observé que un joven se acercaba a la puerta, haciendo un movimiento agresivo con el brazo, como sintiéndose amenazado por los que iban en dirección contraria, al ver esto le dije: “cuidado con el brazo”, esto conllevo a que él se sintiera ofendido y tomara una posición corporal defensiva conmigo, entonces acerqué mi cara a su cara y le dije: “solo te estoy diciendo cuidado con el brazo, qué te pasa ¿estás sensible?”, él no respondió y se quedó en silencio; resulta que el joven ni siquiera bajaba en la UNI ni en la siguiente estación, bajaba casi al final. Ante esta situación que me pareció tan interesante, me he propuesto observar la conducta de las personas y el uso de la comunicación verbal y no verbal en el Metropolitano, tratando de contrastar la siguiente hipótesis: decirle a una persona que haga algo viajando en el metropolitano puede resultar ofensivo para el receptor, por eso la gente prefiere comunicarse sin hablar. ¿Por qué no habla?, considero que no lo hace porque existe, de algún modo, una sensibilidad que está asociada al tono de la voz, y a pensar que si pides permiso te conviertes en una persona “espesa”, la “pituca” u otro estereotipo.

[1]Emulando la portada del libro de Marc Augé. El viajero subterráneo, un etnólogo en el metro.